Silencio. Un mudo silencio que se vuelve ensordecedor. Un nuevo amanecer en una tierra devastada por una insoportable decadencia del continuo progreso. El cielo tiene un color irreal y el aire pesa demasiado. El ruido se adelanta a la luz y un hombre despierta. Desgraciadamente, no fue un sueño. El error se repetía, como cada noche, quizás, o al menos esa sensación dejaba. ¿Siempre había sido así? No. Siempre hubo tiempos mejores, pero ahora todo parecía girar vertiginosamente y continuar cayendo en picado. Pero todo podía terminar, había una manera…
El hombre que reflexionaba tumbado, sudoroso en la cama, buscó intuitivamente en el pantalón, pero algo faltaba. Sobresaltado, se levantó de un salto, mirando instintivamente todos los rincones de aquella lujosa habitación de tonos pastel. Algo no encajaba, y no eran esas horribles cortinas. La puerta del baño estaba abierta, y alguien se movía dentro. Allí estaba ella, ojiplática, sosteniendo como hipnotizada aquello que él estaba buscando, dispuesta a arrojarlo por el retrete.
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